Sin Rastros de Cobardía/ Carlos Manuel Morera/ Prólogo a libro ROTUNDAMENTE NEGRA©

Sin lugar a dudas, en los últimos años las mujeres han iniciado un proceso de concientización y dignificación de sus acciones y funciones en la sociedad actual. Ellas se han organizado, han empezado a entender su sexualidad, sus hijos y la importancia de sus luchas por una sociedad mas justa, quizá menos humana. Toni Morrison, mujer negra galardonada con el Nóbel de literatura en 1993, utiliza la palabra como ese arsenal de guerra, que mina todo lo establecido, para introducirnos a ese cosmos que resulta ser minoría, ser negro en una sociedad anglosajona o con patrones anglosajones. Nos habla de esos amaneceres cotidianos con un matiz en la piel que nos hace menos que los demás, con unas miradas que siempre nos arrinconan preguntándonos por qué estamos aquí, ninguno de nosotros escogió estar aquí, a este lado de ese gran océano. Pero como Morrison está Alice Walker y existen muchas mas (Michelle Wallace, Nancy Morejon y Patricia Hill Collins) que han empezado a levantar una bandera invisibilizada por mucho tiempo, de justificación de nuestra existencia, de aclaración sobre nuestros Dioses y las razones de nuestras lágrimas. Ese movimiento se ha llamado feminismo negro, pero podemos llamarlo la rectificación de los días.

En nuestra pequeña patria, desde hace ya bastante tiempo existe una literatura activista, que quizás nació en el mismo momento que se dieron los primeros pasos en la construcción de la identidad nacional, la primera vez que alguien desde este territorio encaró el sol y escuchó ladrar el mar, desde la primera que este calor infernal extrajo la primera gota de sudor, se apañó de las palabras para entender los amanecer y reconstruirse la piel. Nuestra literatura tiene que ver con huelgas y rebeliones, tiene que ver con sueños y arco iris, tiene que ver con esa necesidad de rehacer la identidad desde las orillas, desde las multitudes multicolores.

Sin embargo, son pocos los trabajos literarios que dignifican al afro costarricense, a ellos que vinieron y muy a pesar de los golpes, de los improperios, el hambre y el sudor, la negación de cedulas de identidad, de la segregación social y territorial; están aquí, sudando la gota gorda como todos nosotros. Ya se hicieron parte de nuestra carne y nuestro dolor, ya nos hicimos hermanos en la sangre y el sufrimiento, que son amarras que ni todo el odio del mundo podrá romper.

Shirley Campbell, quien, antes que todo es una mujer comprometida con su tiempo y realidad, se levanta de frente, sin rastros de cobardía, en su segundo poemario, que como el primero surge fresco y combativo armando su historia negra, remendando sus pasos con pequeños candiles que quizás puedan guiar a algunos moribundos. Quienes la conocemos y entendemos cada una de sus esquinas, cada una de sus lágrimas, sabemos que este libro brota de los pechos de una mujer que optó por dar la cara. Una mujer que se cansó de escuchar frases despreciativas a su rostro, a su piel, que se cansó de colgar improperios y que “se rompió la moral para entenderse ella misma”, como muy bien lo afirma.

Shirley tiene un sueño desangrándosele “que tiene que ver con Martin Luther King” tiene que ver con Ángela Davis, con Malcolm X, tiene que ver con la ira de Rosa Parks cuando se niega a ceder su asiento en aquél bus de Montgomery porque como ellos decidió escribir su historia a lado de los suyos, con la esperanza de que un día sus hijos vivan “con mas certeza que nosotros”. Ella es una mujer que tiene claro que la historia de la humanidad y la suya propia empezó en África, y que deletrea “África con hijos”, en sus existencias de amor.

En este quehacer de encontrarse rotundamente el color de su piel, el amor resulta una amalgama elemental en donde se desnudan espacios libres para concebir todos aquellos sentimientos reales que desencadena esta emoción. Saber que hay navidades que resultan tristes, muy a pesar de la pólvora y los regalos como nos afirma en uno de sus poemas.

Quienes hemos seguido el rastro de Shirley en su obra y especialmente en su vida, con seguridad podemos afirmar que “Rotundamente Negra” es un poemario que trasciende la poesía y nos traslada a un sueño allende de la realidad, nos traslada a un sueño colectivo que se convierte en palabras maduras, que como dardos dan en el centro de nuestros sentimientos. Así como Toni Morrison ha revolucionado la literatura del continente, estoy seguro, Shirley Campbell hará cimbrar las bases del quehacer literario y abrirá nuevos horizontes para la poesía testimonial y abrirá nuevas esperanzas para las minorías. Y de seguro vendrán muchos y muchas más que levanten sus voces aceptando cada espacio de su existencia y armándose “rotundamente negras /rotundamente hermosas”.


Carlos Manuel Morera

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